martes 2 de agosto de 2011

El buen rodriguez

No hace falta ser tan pijo pero razón tiene

Salvador Sostres en El Mundo

Cuando tu mujer se va lo primero que redescubres es el silencio. Una casa en silencio es un jardín con flores. Silencio masculino, mollar, soltero. Poner el aire acondicionado sin tener que encenderlo y apagarlo cada cinco minutos porque el termostato alterado de tu mujer -y de cualquier mujer- no detecta el calor ni que hace más de un mes que ingresamos en el horror del verano. La temperatura ideal de un hombre solo en su casa no está nunca por encima de los 20 grados. 

Desplazar la centralidad del día hacia las horas más oscuras. Dormir hasta mediodía o quizá un poco más, hasta la una. Levantarte y escribir un artículo: estrenar el día ganando. Salir de la ducha e ir directamente al restaurante. Via Veneto, dos y media. Emerger con un Dry Martini helado y cristalino. 

Solíamos vivir aquí: ahora se ha perdido el gusto por los aperitivos, pero es la mejor copa del día. La recibes pletórico, limpio. Vuelve a empezar el gran ciclo; soberbia celebración de la vida. 

Almuerzo suave, crudo y frío. Nueve ostras y un tartar picante sin cebolla. Los postres son para señoritas aficionadas, perdedora retórica de lo dulce. Sobremesa longitudinal. El primer gin-tonic del día, y tal vez el segundo. 

De regreso en casa no antes de las seis, duermes la siesta. No más de dos horas; una ducha te volverá a poner en tu sitio. Corriges el artículo de la mañana y lo mandas. Escribes otro, lees correos pendientes, papeles o links atrasados. Llamas a tu mujer, le dices que estás trabajando. A las nueve y media sales de casa; camisa de lino, si puede ser, blanca, y te diriges al restaurante paseando. En este paseo, ya con el sol infernal apagado, está la estética, el ritmo del día. 

Sopa fría, lo mejor del verano son las sopas frías. El plato principal, que también sea frío -hace unos días probé en Shunka un espléndido tartar de bogavante. O bien los niguirisde pez mantequilla de Sushi 99. Frialdad, crudeza. El fuego todo lo banaliza. No alargar demasiado la sobremesa. Es la hora del bar, de tu bar. Evitar las terrazas, porque la elegancia es siempre indoor. Hay un oportunismo esnob e insufrible en las terrazas. La naturaleza es el peor enemigo de la Humanidad. 

Cada cual tiene que tener su bar, y su barman, sin ceder a las modas ni mucho menos a la meteorología. Del Diego, Tirsa. Aquí estamos hablando en serio. Confianza en lo que funciona y experimentos los mínimos. Tomar gin-tonics sin que una voz te lleve la cuenta o te diga que empiezas a torcer un ojo o que arrastras ya la lengua. Tomar gin-tonics con tus amigos. Ni muchos ni pocos, los que sean necesarios. Exprimir la noche hasta que haya dado todo su jugo. Luego llegas a casa, otra vez en silencio. Has dejado encendido el aire y todas las estancias están frías. Una larga ducha de agua caliente y abundante champú. Bien limpios los dientes. Desodorante, perfume floral poco consistente. Un ibuprofeno preventivo si has bebido más de tres gin-tonics. Antes de acostarse, tratar de escribir algo, algunas de las frases que se te hayan ocurrido durante la noche y que serán la base de un próximo artículo. 

A veces nuestras esposas creen que queremos quedarnos solos para ir con otras mujeres o para hacer quién sabe qué excentricidades. Pero hacemos exactamente lo mismo que cuando están ellas, sólo que a nuestro ritmo, sin lecciones y en silencio. 

Entrar en la cama después de haber vivido un día con honor y dedicación, a la altura del gran regalo de la vida. Entrar en la cama como un soldado con el deber cumplido. Un día todo para ti y sin haber roto la porcelana.

1 comentarios:

javier dijo...

La de la ONCE se va de vacaciones? Y el doble de Paquirrin gozavida?